Se subió las mangas del jersey de cuello vuelto. Una lágrima le apareció en el borde del ojo -debido al dolor- cuando probó la cuchilla en su muñeca, delicadamente. Un pequeño corte de prueba. En realidad sólo era un rasguño, nada del surtidor que merecía, el surtidor de sangre que saldría debido a un cilicio, digamos, o debido a una prenda de ropa interior hecha con clavos y tachuelas, cada uno de ellos con una preparación especial en la punta para atraer a insectos y sabandijas. Wendy apretó las mandíbulas. Se quitó el sudor frío de la frente. Se tiró de los bucles rubios. Y luego le entró el pánico. Podía imaginar que cortaba hasta el hueso, que partía el tendón y el nervio y los tejidos que estuvieran alojados en ellos. Podía imaginar que luchaba cuerpo a cuerpo contra sus propios huesos tan brillantes, separándolos y dispersándolos por la alfombra, pero luego estaba rogando a Mike que la perdonase, diciéndole a Mike que no lo podía hacer, que ella iba a tener que quedarse allí, Charles. Simplemente, no podía. Pobre Mike, el espectro solitario. El espectro solitario de New Canaan.
Rick Moody
Ningún comentario:
Publicar un comentario